Testimonios25/07/2023

La abnegada labor de las Hijas de la Caridad en Pozo Dulce

Las religiosas desarrollan un servicio impagable en este centro de Cáritas para personas sin hogar

El 11 de diciembre de 2001, con la finalidad de acoger y acompañar a personas que vivían en las calles de Málaga, Cáritas Diocesana abría las puertas el Hogar Pozo Dulce. La colaboración de las Hijas de la Caridad, que ya ejercían previamente su labor en la diócesis, fue decisiva para hacer realidad este gesto de la Iglesia de Málaga y poder ofrecer mucho más que un techo a 40 personas sin hogar. Desde el el primer día, las religiosas se entregaron al cuidado de los acogidos, atendiendo todas sus necesidades con cariño y ternura, siempre con su mejor sonrisa y dispuestas para lo que haga falta en cualquier momento del día.

Cuando este centro abrió sus puertas, Sor Concepción Hernández se puso al frente del proyecto. Ella fue la primera directora y una figura clave en sus primeros pasos. Con admirable entrega, asumió esta tarea de manera incansable hasta el año 2016, cuando graves motivos de salud la obligaron a pasar el relevo.

 

 

Sor María Antonia y Sor Josefina comparten con nosotros su experiencia al servicio de este centro, fruto del Jubileo del año 2000.

 

«El 27 de septiembre de 2001, día de San Vicente de Paúl, comienza oficialmente nuestro trabajo aquí. Al principio, compaginábamos el trabajo en la casa con otra actividad que realizábamos junto a otras voluntarias en Palma-Palmilla, pero nuestro obispo -don Antonio Dorado- nos dijo que la casa necesitaba una comunidad estable y que pudiera estar disponible y entregada al servicio de estos pobres durante todo el día porque eran personas con muchos problemas y dificultades», explica Sor Mª Antonia.

La casa empezó a ser atendida por tres hermanas, pero en la actualidad se encuentran solo ellas dos, que se ocupan, principalmente, de la enfermería y la atención directa de los acogidos, aunque realmente colaboran en todas las tareas. Como asegura Sor Mª Antonia, «una auxiliar y yo, que también soy auxiliar, estamos dedicadas a gestionar las diferentes citas médicas y a acompañarlos a los centros de salud y hospitales, con el apoyo de un pequeño grupo de voluntarios. También estamos con los acogidos durante los ingresos hospitalarios».

Desde la pandemia, han observado cómo el número de voluntarios ha descendido notablemente pero, como afirma la religiosa, «hay un grupito que se está comprometiendo y prestan un servicio extraordinario: atienden la centralita, se encargan de la plancha, la costura… En verano, además, vienen jóvenes del Campo de Trabajo Lázaro y traen mucha alegría a la casa».

En el Hogar se acoge a personas con diferentes problemas familiares, sociales y laborales, y se intenta lograr su recuperación en todos los ámbitos. Cuando esto se consigue, el centro dispone de unos apartamentos en su planta superior en los que estas personas pueden vivir con cierta autonomía. Cuenta Sor Josefina que «se quedan hasta que encuentran un empleo, regresan con sus familias o pueden pasar a otros lugares. En 2019 tuvimos la suerte de que cuatro personas dieran este paso gracias a la disponibilidad de otros recursos de Cáritas y a la colaboración de las voluntarias de la Caridad y el Ayuntamiento de Málaga».

Las hermanas también juegan un importante papel en las numerosas actividades lúdicas y formativas que se realizan y en las que participan los propios acogidos. Especialmente celebrados son los actos del aniversario de San Vicente de Paúl -fundador de la Compañía-, las Navidades y los cumpleaños de los acogidos.

«Aquí soy inmensamente feliz»

Como recuerda Sor Josefina, las Hijas de la Caridad prestan en Málaga otros servicios. «En Málaga tenemos cinco colegios y obras sociales con menores. Yo llegué desde el colegio del Milagro, en Almería, y para mí fue una sorpresa muy grande cuando me comunicaron que me necesitaban aquí. La verdad es que no conocía la casa, ni el trabajo, ni nada. Ahora doy muchas gracias a Dios por enviarme aquí y tener la oportunidad de conocer esta parcela de asistencia al pobre de la calle, de entrega total a ellos y a su servicio, porque ellos me aportan más a mí, de lo que yo puedo ofrecerles a ellos. A pesar del trabajo que tenemos en la casa, siempre hay tiempo para el diálogo, para el encuentro y para animarlos». Con pocas, pero contundentes palabras, Sor Josefina resume estos seis años: «Aquí soy inmensamente feliz y trato de convivir tanto con el último acogido que ha entrado, como con todo el personal.  Tenemos un equipo de trabajo maravilloso».

«Que nunca falten corazones abiertos»

Sor Mª Antonia aprovecha esta ocasión para recordar que el Hogar tiene muchos gastos y apela a la generosidad de los malagueños: «Espero que siempre tengamos en marcha el Hogar Pozo Dulce, porque desgraciadamente siempre habrá pobres en el mundo. Deseo que nunca falten corazones abiertos, corazones generosos que sepan dar su vida por la causa de los más pobres. Nosotras ya somos mayores, pero confiamos en que vengan religiosas más jóvenes a encargarse de esta maravillosa tarea».

 

Este proyecto cuenta con la colaboración del Área de Derechos Sociales, Diversidad, Igualdad y Accesibilidad del Excmo. Ayto. de Málaga.