Javier: «La calle es trágica, te hace sentir mucho miedo, el terror a que llegue la noche…»
Me llamo Javier y soy una persona sin hogar acogida cada noche en el centro Calor y Café…
Hace unos ocho años yo tenía una vida normal como tantas personas: tenía familia, trabajo… Pero mi adicción, unida a otros problemas, terminó llevándome a la calle. Durante todo este tiempo, he sentido el calor de muchas personas, pero también el desprecio en la mirada de otros.
Estos años han estado marcados por una lucha continua, llena de altibajos, de esfuerzos, de recaídas. Porque cuando estás en la calle, tú mismo dejas de importarte como persona, de respetarte, por eso solo buscas autodestruirte, olvidarte de quién eres.
La adicción se convierte para muchas personas como yo en un callejón sin salida. Mucha gente te brinda su ayuda, las entidades también lo intentan. Pero cuando uno está metido en ese pozo, se necesita mucho más que buena voluntad para ir rompiendo con todas esas cosas que te impiden reconstruir tu vida.
Ahora mismo paso las noches en Calor y Café, el centro de acogida nocturna para personas sin hogar de Cáritas, donde me acogen, me ayudan, me comprenden. No es la primera vez que me acogen en este centro. Gracias a su apoyo y mucho esfuerzo también por mi parte, he tenido momentos en los que he conseguido salir adelante, volver a empezar, trabajar y vivir en un piso compartido, pero es muy fácil volver a caer…
En Calor y Café todos me conocen, me respetan, saben cómo soy. Eso me hace sentir bien, cómodo, como en casa. Tengo la esperanza de conseguir salir algún día de esta situación porque cuando me siento bien, tengo trabajo y una vida normal, me siento capaz de todo.
No es fácil mantenerse ahí, pero más complicado es dar el primer paso, porque la calle es trágica, te hace sentir mucho miedo, el terror a que llegue la noche… Solo de pensar en lo que se avecina cuando oscurece, se apodera de ti la angustia y, cuando te sientes así, resulta imposible no recurrir a aquello que te ayude a olvidarte de todo.
Creo que, en mayor o menor medida, los apoyos siempre han estado ahí, pero tiene que ser la propia persona la que dé el paso, porque en la calle somos personas muy rotas, con un sentimiento muy profundo de no importarle a nadie.
Se necesita mucha ayuda para salir de una situación tan complicada. Hay pocos recursos y una larga lista de espera para todo. Las administraciones tienen que hacer mayores esfuerzos porque la dureza de la calle convierte los días en meses y los meses en años.