Antonio Collado: «Con la alegría de ser testigos de la Esperanza»
Al renovar un año más nuestras promesas bautismales en la noche grande de la vigilia pascual, tomamos conciencia de la alegría de ser testigos de la esperanza y poder suscitarla en los demás.
El papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma en este año jubilar de la Esperanza, nos decía: “Recorramos este camino juntos en la esperanza de una promesa. La esperanza que no defrauda, mensaje central del Jubileo, sea para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual (…) Jesús, nuestro amor y nuestra esperanza, ha resucitado, y vive y reina glorioso. La muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo”.
Al renovar un año más nuestras promesas bautismales en la noche grande de la vigilia pascual, tomamos conciencia de la alegría de ser testigos de la esperanza y poder suscitarla en los demás. Las fiestas de pascua nos urgen a que esa esperanza que Dios nos regala no se quede en un discurso bonito, pero nada efectivo, sino en una esperanza en medio del mundo, una esperanza encarnada en la realidad.
Signos de esperanza
Aunque la peregrinación a los templos jubilares es un gesto hermoso y significativo que visibiliza que estamos de camino, que somos peregrinos hacia la casa del Padre, es también muy recomendable no olvidar que podemos ser signos de esperanza. Sin cercanía no hay esperanza, Jesucristo al encarnarse se hizo cercano, uno de los nuestros y solo con su presencia fue aliento y esperanza para las masas empobrecidas y abandonas de su época.
A nosotros nos sigue cuestionando sobremanera y nos toca el corazón, la pobreza, la marginación, la desigualdad de tantos hermanos nuestros y, a veces, no sabemos cómo llevar esperanza a estas personas que transitan por los vericuetos más oscuros e inhumanos de la vida. Entonces, debemos recordar que lo propio del cristiano es suscitar, provocar el deseo de confiar y esperar en Dios. Al compartir nuestra experiencia de sentirnos fortalecidos por el Señor en nuestras luchas y dificultades, les estamos ofreciendo a los más débiles la posibilidad de que se abran a la esperanza que nunca defrauda.
Recordamos la llamada del papa Francisco en la carta de convocación del Jubileo “Spes non confundit” en su número 15: “Imploro, de manera apremiante, esperanza para los millares de pobres, que carecen con frecuencia de los necesario para vivir. Frente a la sucesión de oleadas de pobreza siempre nuevas, existe el riesgo de acostumbrarse y resignarse. Pero no podemos apartar la mirada de situaciones tan dramáticas, que hoy se constatan en todas partes y no solo en determinadas zonas del mundo. Encontramos cada día personas pobres o empobrecidas que a veces pueden ser nuestros vecinos. No lo olvidemos: los pobres, casi siempre, son víctimas, no culpables».
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Por Antonio Collado, delegado episcopal de Cáritas Diocesana